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Philae, uno de los módulos de la sonda espacial Rosetta, aterrizó a finales de 2014 sobre la superficie del cometa 67P/Churiumov-Guerasimenko. Pero hubo un incidente en la operación de aterrizaje, no apareció el chorro de gas que debía evitar el rebote y los anclajes tampoco se abrieron; por lo que el módulo fue dando trompicones hasta pararse a un kilómetro de distancia del lugar en que se debía posar, quedando en un lugar al que apenas llega la luz del sol. En este estado, el módulo Philae no puede recargar sus baterías.

En su nuevo emplazamiento, Philae dejó de emitir señales pasados dos días del aterrizaje para entregarse después a un estado de hibernación. En junio de 2015, sin embargo, la sonda emitió señales durante un espacio de 40 segundos, lo que sirvió para que los científicos aeroespaciales supieran que el aparato no había sido dañado; pero, después de estos 40 segundos, se volvió a perder la conexión.

Desde entonces, la Agencia Espacial Europea no ha perdido la esperanza de restablecer contacto con Philae. Pero su paciencia ha tenido un límite; de manera que Stephan Ulamec, trabajador del Centro Aeroespacial de Alemania, ha confirmado que no se enviarán más comandos en búsqueda de este módulo; pues al tiempo transcurrido desde el aterrizaje se añade la circunstancia de que el cometa se está alejando más y más del sol, lo que minimiza las posibilidades de que Philae pueda volver a recargarse con la ayuda de la luz solar.

A pesar de todo hay que señalar que la misión puede considerarse un éxito, pues durante los dos días en los que Philae conservó su batería pudo enviar más del 80% de los datos que se esperaban recibir de él. Destacan, por ejemplo, las imágenes que enviaron las dos cámaras que el módulo tenía instaladas en su parte baja y que han proporcionado gran cantidad de información.

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