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Quienes hayan visitado las famosas cataratas del Niágara, en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, quizás hayan reparado en allí que se ofrece un servicio de teleférico para turistas. Lo llama el Whirlpool Spanish Aerocar, porque fue inventado por Leonardo Torres Quevedo, ingeniero cántabro. Durante estos días se cumplen cien años desde que ese teleférico español sobrevuela las cataratas del Niágara.

Hace exactamente cien años, los visitantes que iban a contemplar este espectáculo de la naturaleza podían encontrarse en sus manos con un folleto que decía así: «No deje de subir al Whirlpool Spanish Aerocar. La genuina belleza del remolino y de los rápidos del río Niágara se abren ahora para los amantes de la naturaleza gracias al ‘Spanish Aerocar’, que atraviesa una distancia de 539,5 metros, se aproxima a 46 metros del agua y proporciona unas vistas magníficas del entorno”.

Detrás de este transbordador había un español, el cántabro Leonardo Torres Quevedo, que patentó este invento en 1887, aunque tuvo que esperar hasta 1907 para ver el primer modelo de su teleférico en funcionamiento. Aquello sucedió en San Sebastián.

Al acto de inauguración del teleférico en el Niágara acudió el propio Torres Quevedo, representantes de la empresa financiadora, Niagara Spanish Aerocar Company, y autoridades de la zona. Pero, por motivos diplomáticos, se tuvo que instalar el transbordador algo más abajo, siguiendo el curso del río, y no sobre las mismas cataratas.

El sistema de ingeniería patentado por Torres Quevedo consta a grandes rasgos de un cable con un contrapeso en uno de sus extremos y una fijación en el otro, con lo que se mantiene permanentemente la tensión del cable.

Aunque en los años 80 se renovaron las piezas del teleférico, el diseño sigue respetando la idea original de Torres Quevedo. En estos cien años ha transportado a más de diez millones de pasajeros sin que nunca haya sufrido ningún incidente.

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