En 1965, Gordon Moore, físico que entonces trabajaba para Intel, lanzó un pronóstico según el cual «el número de transistores por unidad de superficie en circuitos integrados se duplicaría cada año y que la tendencia continuaría». Pues bien, hay que decir que, desde entonces, el pronóstico se ha venido cumpliendo de manera parecida a como predijo Moore.
Antes de continuar, conviene explicar el pronóstico de Moore. Emperezaremos indicando lo que significa transistor. Desde este punto de vista, por transistor se entiende el portero que abre y cierra la puerta a la electricidad generando de esa manera los ceros y unos que componen la información en un sistema digital. Por tanto, la multiplicación de estos transistores implica un aumento de potencia acompañado de una reducción de las dimensiones. Y esto es lo que hemos conocido observando el diseño de los equipos informáticos en los últimos 50 años.
Aunque en 1975, Moore matizó su pronóstico señalando que el número de transistores se duplicaría cada dos años, lo cierto es que la tendencia está cambiando de signo.
El rendimiento de cada sistema digital y dispositivo inteligente depende los microprocesadores y, para más señas, de los transistores integrados en ellos. El espacio reservado para estos microprocesadores ha ido reduciéndose con los años, lo que permite, a su vez, multiplicar el número de transistores. Sin embargo, todo ello tiene un efecto negativo en el sentido de que aumenta el calor generado. Cuanto más comprimidos están estos componentes, más actividad de electrones se genera y, por tanto, más se calientan los equipos.
El aumento de la temperatura supone un freno para incorporar más transistores; por lo que se ha reducido la potencia de los equipos y, con ello, la Ley de Moore está siendo puesta en entredicho. Por ello, se están buscando otros caminos para seguir mejorando el rendimiento de nuestros equipos. Así se desprende de un artículo recientemente publicado en la revista Nature.